Próximas reseñas:

Próximas reseñas:
Al otro lado de las llamas, Vanessa Requena.
Las almas de Brandon, César Brandon Ndjocu.

¿Quieres proponerme alguna reseña, o deseas que lea y reseñe tu libro? Escríbeme a minagaji@gmail.com

sábado, 22 de enero de 2011

Heredarás la tierra, Jane Smiley.




El argumento: Larry Cook consiguió a lo largo de su vida reunir la mágica cifra de mil acres de tierra de su propiedad, aumentando poco a poco mediante compras la primitiva propiedad de sus abuelos. Un buen día decide dividir la propiedad en tres partes, una para cada una de sus hijas, Virginia -Ginny- la mayor; Rose, la mediana, que acaba de superar un cáncer de mama y Caroline, la menor y la única que no quiso quedarse en la granja a vivir; que se marchó a la ciudad para ejercer de abogada y alejarse de la vida rústica de su familia en Zebulon County. Pero todo no va a ser armonía, Caroline será la única hija que cuestione la decisión de su padre de dividir su enorme propiedad y el hecho de hacer esa única pregunta, causará que sea automáticamente desheredada. Cuando Larry se ve libre de las obligaciones de cuidar y cultivar la totalidad de sus tierras, pues de eso se encargan ahora sus yernos, los nuevos copropietarios, parece que comience a sufrir trastornos mentales. Las cosas raras de Larry no dejan de sorprender a Ginny y a Rose día tras día. Pero no va a quedar así la cosa, llegará el momento en que se arrepentirá del paso tomado y querrá revocar la cesión de los terrenos y volver a ser el único terrateniente y propietario de los 1000 acres.
Mi opinión: Debo decir que al principio no me ha gustado mucho esta novela. Me parecía que estábamos situándonos en otros tiempos, en otros años, en otra cultura... demasiado diferente de lo que me rodea para entenderla. Y mira que he leído cosas diferentes a lo largo de mi vida como lectora compulsiva y me he metido en “pellejos” de personajes diferentes entre sí, y lo más importante, diferentes ellos de mi misma.
Los personajes de las hermanas Cook y sus maridos están bien definidos, tienen unos caracteres tan diferentes entre sí que cuesta creer que sean de la misma familia, pero lo cierto es que en la vida real también se dan casos de familias dispares, en las que los miembros apenas tienen un mínimo parecido entre ellos. Por un lado tenemos a Ginny, la primogénita, que tiene una postura de sumisión ante la voluntad de su padre, el todopoderoso y que a todo el mundo pretende tener bajo su dogal, a sus órdenes, como suele decirse. Virginia está casada con Ty desde hace dieciséis años y no tienen hijos, ha sufrido varios abortos y aun no pierde la esperanza de llegar a ser madre, pero le oculta a su marido que, a veces, no usa métodos anticonceptivos. Rose, que acaba de superar el trance de un cáncer de mama y que está casada con Pete desde hace varios años también y tiene dos hijas Pammy y Linda, casi adolescentes, a las que mantiene internas en un colegio para que no vivan en el ambiente de la granja, tiene sus motivos que se descubrirán en el desarrollo de la historia. Además del trauma del cáncer, Rose tuvo que sufrir los malos tratos que le dio su marido durante varios años de su matrimonio, pero en el momento en que entramos en contacto con la familia, atraviesan un momento de bienestar. Caroline, que en el tiempo de comenzar la historia está comprometida, se casará en el transcurso de la misma, y cambiará de “camisa” en alguna que otra ocasión, haciendo uso de su formación en leyes, para luchar egoístamente por sus intereses en vez de situarse del lado de sus hermanas.
La autora ha sabido mantener el clima de la historia, descubriendo secretos que las propias protagonistas ya tenían olvidados, escondidos en su memoria bajo capas y capas de polvo y que nos enseñan que en todas partes hay misterios, que no existen familias armónicas, todas tienen sus más y sus menos, sobre todo cuando metemos de por medio el tema económico. El hecho de que el patriarca de la familia sea uno de los más importantes terratenientes del condado no ayuda a hacer más comprensibles sus actos, y sí que hace que la gente de los alrededores le tengan un respeto por el mérito de haber conseguido agrupar una cifra tan redonda como son mil acres, creyendo casi ciegamente en cualquier declaración que salga de su boca; siempre en detrimento de la credibilidad de sus hijas.
Cuando el viejo Larry Cook pierde totalmente la cabeza y arremete contra sus hijas, es cuando finalmente ellas se mostrarán tal y como son, sacando de lo más profundo de sí mismas la identidad que tanto tiempo han tenido sometida a la voluntad primero de su padre y luego de sus maridos. Y cuando por fin se quitan las máscaras y abren los ojos a sus verdaderas personalidades, se dan cuenta que ni soportan a su familia, ni a sus maridos, ni a ellas mismas, que ni siquiera se quieren como vienen pensando toda la vida... no existe entre ellas amor de hermanas, sino envidia; envidia una de la otra porque tiene la capacidad de ser madre que ella no ha podido tener y envidia la otra de la una porque ha podido elegir hacer cosas y no las hizo. Y entonces va Ginny y las hace... toma la decisión de debería haber tomado muchos años atrás y abandona todo, la granja, la familia, el marido... y comienza a ser ella misma.
Cuando años más tarde vuelve a tomar contacto con la familia es, primero con Ty porque él abandona ya las tierras de su suegro y quiere pedirle el divorcio y meses mar tarde con Rose, que se está muriendo de cáncer. Todo termina, las tierras están en bancarrota, se las quedará el banco y el trabajo de varias generaciones se perderá por sus desavenencias.
Como reflexión final, podemos añadir que las cosas que poco cuestan conseguir, poco se valoran. Tal vez las protagonistas “crean” -no pueden creer nada porque son personajes literarios, jeje- que hicieron lo suficiente con trabajar en las tierras y soportar al padre toda la vida, pero no fue suficiente, cuando tuvieron la oportunidad de trabajar unidas y sacar adelante la explotación porcina, fue cuando se dieron las diferencias. También se puede decir que está uno tan harto a lo largo de la vida de sentirse enjaulado en jaulas sin barrotes visibles como pueden ser ciertos ambientes familiares de los que no es fácil escapar, que cuando surge la oportunidad de huir, hay que agarrarse fuerte a ella y no mirar para atrás, por si se nos escapa y volvemos a quedar enjaulados.
Una novela dura, en la que se siente uno más o menos identificado en función de la familia que nos haya tocado en la vida, o de nuestras experiencias, en mi caso particular, que vivo en el campo y he tenido que trabajar a veces entre los surcos de los sembrados, alcanzo apenas a vislumbrar el poder de la tierra sobre las personas.
El perfil de la autora en Wikipedia, aquí.
Fue llevada al cine en 1997, por Jocelyn Moorhouse en una cinta en la que participaron, entre otros, Michelle Pfeiffer y Jessica Lange. Me la apunto para echarle un vistazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina libremente. Respeta a los demás y sus opiniones. Se educado. Gracias por tu opinión.